martes, 27 de marzo de 2007

Adiós al centro

Marco Antonio Cortés Guardado

Durante el decenio de los noventa, y todavía durante una porción del presente, todos los partidos políticos (o al menos los más importantes) dieron un giro en tropel hacia el centro político, y todos pretendieron ocuparlo de manera paradigmática. Durante varios años, el elector mexicano sufrió el espectáculo de un amontonamiento inusitado de partidos en la posición central del espectro político. Lo más que se podía decir era que el PAN es un partido de centroderecha, que el PRD es de centroizquierda y, ocupados los extremos, al PRI no le quedaba otra que proclamarse, gustosamente por supuesto, el detentador del verdadero centro político. Hoy parece ocurrir justamente lo contrario. Da la impresión de que ahora todos los partidos huyen del centro, como despavoridos, porque ese punto de la geometría política se convirtió en la noche donde todos los gatos son pardos, y lo que conviene en las nuevas circunstancias es, precisamente, la diferenciación de las ofertas políticas. Diferenciarse y anteponer el contraste se ha convertido en una estrategia de moda, en una condición indispensable para ser competitivo electoralmente. Hay que decir que ésta es una urgencia que presiona especialmente al PRI, cuya identidad se desfigura aceleradamente y continuar proclamándose el centro genuino puede ser un camino ruinoso para sus aspiraciones políticas.

La confluencia hacia el centro fue propiciada por el consenso, con sus matices, de que la economía de mercado era la mejor opción para el país. Entonces, ni ahora, nadie aboga por regresar al Estado propietario. Aunque el tema del populismo fue clave en la contienda presidencial de 2006, el asunto, en esos términos, ya quedó saldado. Por su parte, la era de los contrastes está siendo propiciada por la emergencia de otros issues en la agenda pública nacional. Veremos que temas relativos al Estado de bienestar se irán imponiendo progresivamente, pero las verdaderamente divisorias serán cuestiones de índole moral. Con la iniciativa de despenalizar el aborto en el DF, el PRD comenzó a pujar por temas que son emblemáticos de la izquierda. Y se esté en contra o a favor de esa iniciativa, lo cierto es que se trata de un debate típico de una democracia moderna. Obligado a responder abiertamente, el PAN ya se comporta francamente como un partido de derecha, a pesar de que a muchos panistas les siga incomodando el adjetivo. El PRI, que quiere autodefinirse de izquierda, está acompañado al PRD en esta escaramuza, con lo que se advierte su disposición a no quedarse al margen de los nuevos cleavages políticos.

Por ser gobierno en el DF, el PRD ha confrontado el debate civilizadamente. Uno quisiera ver esta misma actitud en su posición frente a otros temas. El PAN se conduce decentemente en cuestiones vitales de política económica, pero en ese debate asume el terrorismo moral de la Iglesia. Como toda democracia, México requiere tanto de una izquierda, como de una derecha, modernas, porque lo que define a la democracia es justamente el pluralismo, es decir, el desacuerdo en cuestiones vitales para la sociedad. El llamado de Calderón a no dividir a los mexicanos con asuntos como la despenalización del aborto huele, en este contexto, a rancio. Porque, como diría un amigo, el centro ya no rifa, ese.

http://www.milenio.com/guadalajara/milenio/firma.asp?id=490380

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