miércoles, 29 de agosto de 2007

Otra vez las minifaldas


Javier Hurtado

29 Ago. 07

En Jalisco, algunos directivos de oficinas gubernamentales parecen más bien Ministros de Culto que administradores públicos en un Estado laico. Es cierto que en nuestra entidad la población tiene arraigadas convicciones religiosas, pero difícilmente puede sostenerse que todos quienes poseen éstas, justifiquen o avalen los excesos de quienes pudieran estar aprovechando sus cargos para proyectar frustraciones personales antes que políticas gubernamentales o directrices religiosas. Este es el caso de las prohibiciones monacales al uso de la minifalda y otras restricciones más, implantadas a los empleados de la Dirección de Fomento Deportivo del Ayuntamiento de Guadalajara.

A no ser por la pluralidad que es propia de las organizaciones no religiosas contemporáneas, costaría mucho trabajo comprender que entre los miembros de un mismo instituto político se dieran bandazos conductuales, en donde algunos pagan por ir a presenciar mujeres desnudas o semidesnudas en los table dance, mientras otros imponen restricciones a las empleadas a su cargo para que puedan portar un vestido al borde de la rodilla; y poco falta para que prohíban a los varones que puedan voltear a ver a las mujeres. En verdad, esto, a lo menos es incongruencia entre los miembros de una misma organización política, falta de disciplina a un código de conducta que estableciera como política tal comportamiento (si es que así lo fuera), falta de eficacia de la organización para imponer sus directrices y de capacidad para sancionar a quienes las quebranten.

Cuesta trabajo aceptar que el monacalismo y el ascetismo puedan ser políticas institucionales del Partido Acción Nacional, máxime cuando éstas, al imponerse a quienes no profesen esas ideas, pueden ir en contra de las garantías individuales que la Constitución establece. Por eso, si esto es así, entonces el PAN se debe deslindar de tales desplantes de sus miembros activos. Si no, entonces que salga a defender a quienes implantan tales aberraciones y sancione con rigor a los diputados que, al menos visualmente, les gusta disfrutar de la belleza del cuerpo femenino. Y es que cuesta trabajo entender que al interior de una misma organización existan los hedonistas y los castos.

La actitud de los talibanes de la ultra panista parece hasta opuesto a natura, por ir en contra de los instintos más elementales de los varones (el adagio popular dice: la vista es muy natural). Existen mujeres en las que, con minifalda o sin ella, con licras o sin licras, la voluptuosidad trasciende los contornos de las prendas y su sensualidad se transmite incluso a través de su solo rostro o de su mirada. Y, al revés, existen otras que aunque anden semidesnudas no logran despertar ningún interés o deseo entre los del sexo contrario, ¿cómo evitar o controlar esto? Simple y sencillamente no se puede.

Si lo que se pretende es que no se provoque el deseo sexual o se despierten las pasiones (y por ende, hasta las relaciones extramaritales), entonces que los guardianes del ascetismo rebanen también un poco de glúteo a las que lo tengan un poco sobrado, o que les eliminen lo torneado a sus extremidades inferiores y les reduzcan la protuberancia de sus glándulas mamarias a quienes pudieran estar un poquito sobradas.

La verdad, qué ridículo y qué ridículos. Qué ridículo que una oficina del principal Ayuntamiento del País gaste tiempo y energía en asuntos que no son de su incumbencia y son violatorios de las garantías individuales. Qué ridículos los panistas de antaño y hogaño, que casi sacan un crucifijo y se tapan los ojos cuando ven a una mujer que destaque por su sensualidad, voluptuosidad y belleza. Si no son ridículos, entonces son hipócritas, o tienen serios problemas para el disfrute de su sexualidad. Si están casados, ¡pobres de sus esposas!, mejor hubiera sido que se mantuvieran célibes y castos.

Como nada de esto parece posible, entonces las restricciones en el vestuario y arreglo personal de los hombres y mujeres que pertenecen a esa dependencia municipal pudiera deberse a un mensaje que se mande con el afán de quedar bien con algo o con alguien. Máxime, cuando el responsable de esa dirección, Luis Enrique Gómez Espejel, es un ejemplo fehaciente de incongruencia: exige a los hombres no llevar cabello largo y presentarse rasurados o con el bigote o la barba "arreglados", cuando él trae el pelo largo y luce una barba propia de cualquier auténtico talibán, iraní o afgano. Más aún, reconoce que se pinta la barba, y a los demás les prohíbe pintarse el pelo de colores llamativos, en una restricción que ya no se sabe si va dirigida contra los colores o contra la práctica de teñirse (Público, 28/08/07).

El que a las mujeres se les prohíba en una oficina pública usar minifalda es como si a las monjas se les quisiera obligar a usar esa prenda en el convento. Qué vergüenza para Jalisco que junto a lo de las famosas clases de Biblia en la Casa Jalisco y a la crítica a las campañas para el uso del condón por parte de las autoridades, ahora venga —otra vez— el asunto de que algunos funcionarios prohíben al personal femenino a su cargo el uso de las minifaldas.

docjhurtado@hotmail.com




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lunes, 27 de agosto de 2007

Hello (Calderón), goodbye (Ugalde)


Marco Antonio Cortés

Pues así parece. El PRD estaría dando un giro importante en su posición ante el próximo informe presidencial y frente al titular del Ejecutivo. Si nos atenemos a las declaraciones recientes de sus líderes parlamentarios, Carlos Navarrete en el Senado y Javier González Garza en la Cámara de Diputados, pero sobre todo de la próxima presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara baja, Ruth Zavaleta, el PRD ha pasado de la amenaza de impedir que Calderón suba a la tribuna (o al menos de arruinarle el show) y de la negativa a debatir con el primer mandatario, a la aceptación tácita de aceptar el acto como un trámite constitucional al que tiene derecho quien legalmente se ostenta como presidente de México. Aunque todavía queda un margen amplio de incertidumbre sobre las opciones que aun dentro de esa nueva postura tendría el PRD, la modificación del discurso es significativa. Lo central es, indudablemente, que los legisladores perredistas dan un paso hacia el reconocimiento de quien antes juzgaban usurpador. Y si el asunto no es un engaño deliberado o un mero espejismo, el PRD mandaría la importante señal de que opta por practicar aquello para lo que hasta ahora se había negado: política, haciendo ciertamente valer su fuerza parlamentaria, pero también dejando de lado la intransigencia suicida que ha desplegado durante un año.

Este giro tiene su valor político, a pesar de que, como siempre, obedece fundamentalmente a intereses partidistas. Para el PRD es vital obtener algo pronto, luego de perder muchas oportunidades para influenciar de manera distinta en el rumbo político de México. La reforma electoral aparece ahora como el asunto a negociar con los panistas (dada la muerte prematura de la reforma fiscal). Y dentro de aquella reforma, por supuesto, la renovación del Consejo General del IFE es cuestión de honor para el PRD (propuesta a la que se sumará también el PRI, ni quien lo dude). La única diferencia radica en la manera de eliminar al incómodo Consejo. El PAN insiste en que sea de manera escalonada, y el PRD no vería objeción en ello si, para antes de las próximas elecciones federales, Luis Carlos Ugalde y compañía son historia en el órgano electoral. Calderón da su informe y Ugalde se despide de su cargo.

Ahora que si el PRD negocia para dejar el formato del informe como estaba, vaya negociación, con todo y lo importante que es la enésima reforma política. Calderón propuso debatir con los legisladores, y ese asunto, dígase lo que se diga, continúa sobre la mesa. Bien haría el PRD, junto con el PRI, en aceptar la iniciativa, independientemente de quién la haya formulado y de sus motivos políticos coyunturales. Si éstos son del momento, cambiar el formato es una demanda añeja, lo mismo que de consecuencias más vastas, en términos de dignificación de la política mexicana y de sus instituciones. Por ello ha luchado el PRD desde hace decenios, mientras que su demanda de renovar el Consejo General del IFE tiene apenas un año. Por lo demás, el debate ofrece a todos la oportunidad de capitalizarlo: eso ya dependería de las habilidades y los argumentos de quienes participen en él. Ugalde está en la cuerda floja; ¿qué onda con el debate?


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viernes, 24 de agosto de 2007

Sacco y Vanzetti


Howard Zinn*

Cincuenta años después de la ejecución de los inmigrantes italianos Sacco y Vanzetti, el gobernador Dukakis de Massachusetts instauró un panel para juzgar la justicia de dicho proceso, y la conclusión fue que a ninguno de estos dos hombres se les siguió un proceso justo. Esto levantó en Boston una tormenta menor. John M. Cabot, embajador estadunidense retirado, envió una carta donde declaraba su “gran indignación” y apuntaba que la sentencia de muerte fue ratificada por el gobernador Fuller luego que “tres de los más distinguidos y respetados ciudadanos hicieran una revisión especial del caso: el presidente Lowell, de Harvard; el presidente Stratton, del MIT, y el juez retirado Grant”.

Esos tres “distinguidos y respetados ciudadanos” fueron vistos de modo muy distinto por Heywood Broun, quien en su columna de New York World escribió inmediatamente después que los invitados distinguidos del gobernador rindieran su informe. Y decía: “No cualquier prisionero tiene a un presidente de Harvard University que le prenda el interruptor de corriente… si esto es un linchamiento, por lo menos el vendedor de pescado y su amigo el obrero podrán sentirse ungidos en el alma pues morirán a manos de hombres con trajes de etiqueta y togas académicas”. Heywood Broun, uno de los más distinguidos periodistas del siglo XX, no duró mucho como columnista de New York World.

En el 50 aniversario de la ejecución, el New York Times informó que “los planes del alcalde Beame de proclamar el martes siguiente como el ‘día de Sacco y Vanzetti’ fueron cancelados en un esfuerzo por evitar controversias, dijo un vocero de la municipalidad ayer”.

Debe haber buenas razones para que un caso de 50 años de antigüedad, hoy ya de 80 años, levante tantas emociones. Sugiero que esto ocurre porque hablar de Sacco y Vanzetti inevitablemente remueve asuntos que nos perturban hoy: nuestro sistema de justicia, la relación entre la guerra y las libertades civiles, y lo más preocupante de todo: las ideas del anarquismo: la obliteración de las fronteras nacionales y como tal de la guerra, la eliminación de la pobreza y la creación de una democracia plena.

El caso de Sacco y Vanzetti revela, en los más descarnados términos, que las nobles palabras inscritas en los frontispicios de nuestras cortes “igualdad de justicia ante la ley”, siempre han sido una mentira. Esos dos hombres, el vendedor de pescado y el zapatero, no lograron obtener justicia en el sistema estadunidense, porque la justicia no se imparte igual para el pobre que para el rico, para el oriundo que para el nacido en otros países, para el ortodoxo que para el radical, para el blanco o la persona de color. Y aunque la injusticia se juegue hoy de maneras más sutiles y de modos más intrincados que en las crudas circunstancias que rodearon el caso de Sacco y Vanzetti, su esencia permanece.

En su proceso la inequidad fue flagrante. Se les acusaba de robo y asesinato, pero en la cabeza y en la conducta del fiscal acusador, del juez y del jurado, lo importante de ambos era, como lo puso Upton Sinclair en su notable novela Boston, que eran wops, bachiches (es decir “italos mugrosos”), extranjeros, trabajadores pobres, radicales.

He aquí una muestra del interrogatorio policiaco.

Policía: ¿Eres ciudadano?
Sacco: No.

Policía: ¿Eres comunista?
Sacco: No.

Policía ¿Anarquista?
Sacco: No.

Policía ¿Crees en el gobierno de nosotros?
Sacco: Sí. Algunas cuestiones me gustan de modo diferente.

¿Qué tenían que ver estas cuestiones con el robo de una fábrica de zapatos en South Braintree, Massachusetts, y con los disparos que recibieron el pagador de la fábrica y un guardia?
Sacco mentía, por supuesto. No, no soy comunista. No, no soy anarquista.

¿Por qué le mintió a la policía? ¿Por qué habría de mentirle un judío a la Gestapo? ¿Por qué habría de mentir un negro en Sudáfrica a sus interrogadores? ¿Por qué necesitaba mentir un disidente en la Unión Soviética a la policía secreta? Porque saben que no existe la justicia para ellos.

¿Alguna vez ha habido justicia en el sistema estadunidense para los pobres, las personas de color, los radicales? Cuando los ocho anarquistas de Chicago fueron sentenciados a muerte en 1886 tras el motín de Haymarket (un motín policiaco, por cierto), no fue porque existiera alguna prueba de conexión entre ellos y la bomba que alguien arrojó en medio de la policía, no había ni un jirón de evidencia. Los condenaron por ser los líderes del movimiento anarquista de Chicago.

Cuando Eugene Debs y otros mil fueron enviados a prisión durante la Primera Guerra Mundial, de acuerdo con la Ley de Espionaje, ¿fue porque eran culpables de espionaje? Eso es muy dudoso. Eran socialistas que hablaban en voz alta contra la guerra. Cuando se emitió la sentencia de diez años para Debs, el magistrado de la Suprema Corte, Oliver Wendell Holmes, quiso dejar muy claro que Debs debía ir a prisión: Y citó un discurso de Debs: “La clase de los patrones siempre ha declarado las guerras, y la clase sometida siempre ha peleado en las batallas”.

Holmes, muy admirado como uno de los grandes juristas liberales, dejó claro los límites del liberalismo, las fronteras que le fijaba el nacionalismo vindicativo. Después de agotadas todas las apelaciones de Sacco y Vanzetti, el caso llegó ante el propio Holmes, en la Suprema Corte, quien se rehusó a revisar el caso, y dejó que el veredicto quedara en pie.

En nuestro tiempo, Ethel y Julius Rosenberg fueron enviados a la silla eléctrica. ¿Fue porque eran culpables, más allá de cualquier duda razonable, de pasarle secretos atómicos a la Unión Soviética? ¿O fue porque eran comunistas, como dejó claro el fiscal con la aprobación del juez? ¿No fue también porque el país estaba en medio de una histeria anticomunista, cuando los comunistas tomaban el poder en China, había guerra en Corea, y el peso de todo eso había que imputárselo a dos comunistas estadunidenses?

¿Por qué fue sentenciado en California a diez años de prisión George Jackson, por un robo de 70 dólares, y luego fue asesinado a tiros por los guardias? ¿No fue porque era pobre, negro y radical?

¿Puede hoy un musulmán, en la atmósfera de “guerra contra el terror” confiar en una justicia equitativa ante la ley? ¿Por qué sacó la policía de su carro a mi vecino del piso de arriba, si no había violado ningún reglamento de tránsito y luego fue cuestionado y humillado? ¿Acaso fue porque es un brasileño de piel morena que podría parecer un musulmán de Medio Oriente?

¿Por qué los dos millones de personas en las cárceles y prisiones estadunidenses, y los seis millones que están bajo fianza, vigilancia o libertad condicional son fuera de toda proporción gente de color o pobres? Un estudio muestra que 70 por ciento de la gente que está recluida en las prisiones de Nueva York proviene de siete barrios de la ciudad conocidos como zonas de pobreza y desesperación.

La injusticia de clase corta transversalmente todas las décadas, todos los siglos de nuestra historia. En medio del caso de Sacco y Vanzetti, en el poblado de Milton, Massachusetts, un hombre rico le disparó a otro que recogía leña en su propiedad y lo mató. Pasó ocho días en la cárcel, luego se le dejó salir con fianza, y no fue procesado. Una ley para los ricos, una ley para los pobres; esa es una característica persistente de nuestro sistema de justicia.

Pero ser pobres no fue el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Eran italianos, inmigrantes, anarquistas. No habían pasado siquiera dos años desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Habían protestado contra la guerra, se habían negado al reclutamiento. Vieron cómo crecía la histeria contra los radicales y los extranjeros, observaron las redadas que emprendían los agentes del procurador general Palmer, del Departamento de Justicia, que irrumpían en mitad de la noche a los hogares sin órdenes judiciales, mantenían a las personas incomunicada y las golpeaban con garrotes y cachiporras.

En Boston 500 fueron arrestados, los encadenaron y marcharon con ellos por las calles. Luigi Galleani, editor del periódico anarquista Cronaca Sovversiva, al cual estaban suscritos Sacco y Vanzetti, fue detenido y deportado de inmediato.

Había ocurrido algo más aterrador. Un compañero de Sacco y Vanzetti, también anarquista, un tipógrafo llamado Andrea Salsedo, que vivía en Nueva York, fue secuestrado por agentes de la FBI (uso el término “secuestrado” para describir la abducción ilegal de una persona), y se le mantuvo en las oficinas del piso 14 del Park Row Building. No se le permitió hablar con su familia, ni con sus amigos o abogados, y fue interrogado y golpeado, según otro prisionero. Durante la octava semana de su encierro, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salsedo, aplastado y desfigurado hasta quedar hecho un amasijo, fue encontrado sobre el pavimento cercano al Park Row Building, y la FBI anunció que Salsedo se había suicidado brincando de la ventana del piso 14, justo del cuarto donde lo tenían retenido. Esto ocurrió tan sólo dos días antes de que Sacco y Vanzetti fueran arrestados.

Hoy sabemos, como resultado de los informes del Congreso en 1975, de un programa de contrainteligencia de la FBI conocido como Cointelpro (Counter Intelligence Program) en el cual los agentes de dicha dependencia irrumpían en casas y oficinas, implantaban micrófonos ilegalmente, se involucraban en actos de violencia hasta el punto del asesinato y en 1969 colaboraron con la policía de Chicago en el asesinato de dos líderes de los Panteras Negras. La FBI y la CIA han violado la ley una y otra vez. No hay castigo para ellos.

Hay muy pocas razones que nos hagan tener fe en que las libertades civiles en Estados Unidos puedan protegerse en la atmósfera de histeria que siguió al 11 de septiembre de 2001 y que continúa hasta el día de hoy. En el país ha habido redadas de inmigrantes, detenciones indefinidas, deportaciones y espionaje doméstico no autorizado. En el extranjero se cometen matanzas extrajudiciales, tortura, bombardeos, guerra y ocupaciones militares.

Así también, el proceso contra Sacco y Vanzetti comenzó inmediatamente después del Memorial Day, año y medio después de que terminara la orgía de muerte y patriotismo que fue la Primera Guerra Mundial, mientras los periódicos seguían vibrando con el redoble de los tambores y la retórica jingoísta.

Doce días después de comenzado el juicio, la prensa informó que los cuerpos de tres soldados habían sido transferidos de los campos de batalla en Francia a la ciudad de Brockton, y que toda la población había salido a celebrar una ceremonia patriótica. Todo esto se hallaba en los periódicos que el jurado podía leer.

Sacco fue interrogado por el fiscal Katzmann:

Pregunta: ¿Amó usted a este país durante la última semana de mayo de 1917?
Sacco: Eso es muy difícil de expresar en una sola palabra, señor Katzmann.

Pregunta: Son dos las palabras que puede usted usar, señor Sacco, sí o no. ¿Cuál es la palabra?
Sacco: Sí.

Pregunta: Y para poder mostrarle su amor a este país, Estados Unidos de América, cuando estaba a punto de llamarlo para que se hiciera usted soldado, ¿se fue usted corriendo a México?

Al principio del juicio, el juez Thayer (que hablando con un conocido con el que jugaba al golf se refirió a los acusados como “esos anarquistas mal nacidos”) dijo al jurado: “Los conmino a que brinden este servicio, al que se les ha llamado a que presten aquí, con el mismo espíritu de patriotismo, coraje y devoción al deber como el que exhibieron nuestros muchachos, nuestros soldados, del otro lado de los mares”.

Las emociones evocadas por una bomba que estalló en la casa del procurador general Palmer durante el tiempo de la guerra –al igual que las emociones desatadas por la violencia del 11 de septiembre– crearon una atmósfera de ansiedad en la cual las libertades civiles se pusieron en entredicho.

Sacco y Vanzetti entendieron que cualquier argumento legal que sus abogados pudieran haber invocado no prevalecería contra la realidad de una injusticia de clase. Sacco dijo a la corte, al escuchar la sentencia: “Sé que la sentencia será entre dos clases, la de los oprimidos y la de los ricos… Es por eso que estoy aquí ahora, en el banquillo de los acusados, por pertenecer a la clase de los oprimidos”.

Tal punto de vista parece dogmático, simplista. No todas las decisiones en las cortes pueden explicarse así. Pero, a falta de una teoría que encaje en todos los casos, el punto de vista simple, fuerte de Sacco, es con seguridad una mejor guía para entender el sistema legal que aquel que asume que hay una competencia entre iguales basada en una búsqueda objetiva por averiguar la verdad.

Vanzetti sabía que los argumentos legales no los salvarían. A menos que un millón de estadunidenses se organizaran, él y su amigo Sacco morirían. Palabras no, lucha. Apelaciones no, exigencias. Peticiones al gobernador no, toma de fábricas. No se trataba de lubricar la maquinaria de un supuesto sistema legal justo para que funcionara mejor, sino de una huelga general que detuviera la maquinaria.

Tal cosa nunca ocurrió. Miles se manifestaron, marcharon, protestaron, no sólo en Nueva York, Boston, Chicago y San Francisco; también en Londres, París, Buenos Aires y Sudáfrica. No fue suficiente. La noche de su ejecución, miles se manifestaron en Charlestown, pero un enorme contingente de policías los mantuvo alejados de la prisión. Fueron arrestados muchos manifestantes. Las ametralladoras estaban emplazadas en las azoteas y los reflectores barrían el escenario.

Una gran multitud se juntó en Union Square el 23 de agosto de 1927. Unos minutos antes de la medianoche, las luces de la prisión se atenuaron en el momento en que los dos hombres fueron electrocutados. El New York World describió la escena: “La multitud respondió con un sollozo gigante. Las mujeres se desmayaron en 15 o 20 lugares. Otras, sobrecogidas, se tumbaron en las banquetas y hundieron la cabeza entre los brazos. Los hombres se apoyaban en los hombros de otros hombres y lloraban”.

Su crimen máximo era su anarquismo, una idea que aún hoy nos desconcierta como un relámpago debido a su verdad esencial: todos somos uno, las fronteras nacionales, los odios nacionales deben desaparecer, la guerra es intolerable, los frutos de la tierra deben compartirse, y mediante la lucha organizada contra la autoridad, puede advenir un mundo así.

Lo que nos llega a hoy del caso de Sacco y Vanzetti no es sólo la tragedia, también nos llega la inspiración. Su inglés no era perfecto, pero cuando hablaban se volvía una especie de poesía. Vanzetti dijo de su amigo: “Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre; un hombre que ama la naturaleza y a la humanidad. Un hombre que lo dio todo, que lo sacrifica todo a la causa de la libertad y a su amor a la humanidad: el dinero, el descanso, la ambición mundana, su propia esposa, sus niños, él mismo y su propia vida… Ah, sí, puede que sea yo más ingenioso y más parlanchín que él, pero muchas, muchas veces, al escuchar cómo resuena en su voz valerosa una fe sublime, al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo, me he sentido pequeño, pequeño en presencia de su grandeza, y me he sentido empujado a no dejar que me invadan las lágrimas, a dominar el corazón que se me agolpa en la garganta para no llorar ante él; ante este hombre al que se le llama capo, asesino y maldito”.

Lo peor de todo es que fueran anarquistas, lo que significaba que tenían alguna loca noción de democracia plena donde no existiría la extranjería ni la pobreza, y que pensaran que sin esas provocaciones la guerra entre las naciones terminaría para siempre. Pero para que esto ocurriera los ricos debían ser combatidos y sus riquezas confiscadas. Esa idea anarquista es un crimen mucho peor que robar una nómina y por eso hasta el día de hoy Sacco y Vanzetti no pueden ser recordados sin gran ansiedad.

Sacco escribió esto a su hijo Dante: “Así que, hijo, en vez de llorar, sé fuerte, de modo que seas capaz de consolar a tu madre… llévala a una larga caminata por el campo en silencio, junten flores silvestres aquí y allá, descansen a la sombra de los árboles… pero recuerda siempre, Dante, en este juego de la felicidad no te sirvas a ti mismo únicamente… ayuda a los perseguidos y a las víctimas, porque son ellos tus mejores amigos… en esta lucha de vida hallarás más amor y serás amado”.

Sí, fue su anarquismo, su amor por la humanidad, lo que los condenó. Cuando Vanzetti fue arrestado, tenía en el bolsillo un volante que anunciaba una reunión que debía ocurrir cinco días más tarde. Es un volante que podría distribuirse hoy, en todo el mundo, de modo tan apropiado como el día de su arresto. Decía: “Han combatido en todas las guerras. Han trabajado para todos los capitalistas. Han recorrido todos los países. ¿Han cosechado los frutos de sus fatigas, el premio de sus victorias? ¿Acaso el pasado les da consuelo? ¿El presente les sonríe? ¿El futuro les promete cualquier cosa? ¿Han encontrado un pedazo de tierra donde puedan vivir como seres humanos y morir como seres humanos?

Sobre esas cuestiones, sobre estos argumentos de la lucha por la existencia, Bartolomeo Vanzetti hablará en esa reunión”.

Ese encuentro nunca tuvo lugar. Pero su espíritu existe hoy en la gente que cree y que ama y que lucha en todo el mundo.

Traducción: Ramón Vera Herrera
*Tomado del nuevo libro de Howard Zinn: A Power Governments Cannot Suppress, City Lights Books, San Francisco, 2007. Este libro será publicado en fecha próxima por La Jornada.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Tapar el sol con un dedo


Dos de los principales retos de las instituciones públicas de Educación Superior de nuestro País son la ampliación de su cobertura y la mejora continua en la calidad de sus funciones sustantivas. La Universidad de Guadalajara ha realizado importantes avances en ambos aspectos y efectuado esfuerzos dignos de los mejores reconocimientos en las dos direcciones. Pese a los hechos incontrovertibles en uno y otro caso, la creciente demanda, junto a la exigencia continua de mayores niveles de calidad, han hecho que el empeño institucional no sea siempre suficiente ante la magnitud de los desafíos.

Ante esto, cualquiera diría: "para responder con éxito a esos retos la UdeG estará ejerciendo este año un presupuesto de casi 6 mil 200 millones de pesos". Lo que no consideran es que atiende al 51 por ciento del total del alumnado de Nivel Medio Superior en Jalisco, al 46 por ciento de Licenciatura y al 26 por ciento de quienes cursan algún Postgrado; y que, tan sólo en Investigación Básica y Aplicada, destina poco más de 4 millones de pesos de lo que el Gobierno federal y el estatal, cada uno por separado, le invierten a esa actividad en esta entidad. En materia de difusión cultural, los resultados son mayores a los recursos invertidos en gasto corriente: menos de 200 millones de pesos (el 3 por ciento de su presupuesto total), sin considerar la inversión en infraestructura y la realización de obras y proyectos que, más que un gasto, son una inversión recuperable a largo plazo, que además dejará las propiedades como activo.

No es exagerado decirlo: sino fuera por la UdeG, la actividad cultural desarrollada en Jalisco con fondos públicos sería prácticamente inexistente y haría nugatoria la oportunidad de que los jaliscienses pudieran disfrutar de esos eventos sin tener que acudir, incluso, a otros países para presenciarlos.

Por ello, más que un razonamiento con fundamento, perece una exageración afirmar o sugerir que por la inversión realizada para construir el Auditorio Metropolitano "50 mil estudiantes vieron frustradas sus aspiraciones de encontrar un espacio en las aulas universitarias", cuando rechazados siempre los ha habido; y no es posible demostrar estadísticamente que sus porcentajes, con relación a los aspirantes o con los admitidos, se hayan disparado en los calendarios "B" desde al inicio de su edificación.

Si a esas vamos, critíquese también la inversión de la Universidad en investigación científica, en formación y actualización de su planta docente, en publicaciones, en becas, y dediquémonos todos única y exclusivamente a atender la demanda de ingreso y a dar clases, pues, en esa lógica, los rechazados también se deben a esos "gastos". En vez de preguntarse ¿por qué la UdeG destina recursos a esas actividades?, mejor deberíamos cuestionarnos: ¿qué sucedería? y, ¿qué sería de nuestro Estado, si la Universidad no lo hiciera así?

La UdeG es una institución pública de Estado, pero no es el Estado mexicano. Permítaseme el símil, pero, con las actividades que ésta realiza sucede lo mismo que con la credencial de elector y el IFE: la credencial se carga al presupuesto del organismo electoral y el Gobierno federal se releva de la responsabilidad de crear y sostener una Cédula de Identidad Nacional. A la UdeG se le deja la mayor parte de la responsabilidad en materia de difusión cultural, investigación científica, Educación Media Superior y formación de recursos en el Estado, y luego se le exige satisfacer la totalidad de la demanda educativa, sin que se le otorguen recursos suficientes para lograrlo; o bien, se le critica porque dedica parte de su presupuesto al desarrollo de sus otras funciones sustantivas, en las que los Gobiernos poco o nada invierten. Pereciera como que estos críticos quisieran ver a la UdeG convertida en una gran "Academia Lucita" de carácter público, que sólo se dedicara a la docencia y diera cabida en sus aulas a todo aquel que lo solicitara, aun a costa de la baja en la calidad en sus funciones. Sinceramente, esto no es sostenible: el presupuesto se otorga con base a indicadores de desempeño y calidad, y no sólo en función del número de alumnos. Podría atenderse toda la demanda y no por ello obtener mayor subsidio, sino hasta una reducción, por el demérito de la calidad.

El problema de los aspirantes rechazados en el Nivel Superior, y especialmente en el Medio Superior, no se debe a que la UdeG haya tomado recursos destinados a esas funciones para dedicarlos a otras que nada tengan qué ver con el cumplimiento de sus misiones sustantivas, sino a que el subsidio federal no sólo no se ha incrementado en la proporción que debiera, sino que hasta ha disminuido de manera continua desde 2001 a la fecha. Es cierto que existen rechazados, pero los criterios de ingreso son objetivos y transparentes. Nadie está ocupando en la UdeG un lugar que no se haya ganado por su esfuerzo y méritos.

Pero, veamos también al menos una parte del "lado iluminado de la Luna": a nivel nacional, la UdeG es la segunda institución de Educación Superior pública o privada con mayor número de programas educativos acreditados; la segunda con el mayor número de cuerpos académicos consolidados; la cuarta con el mayor número de profesores miembros del Sistema Nacional de Investigadores; y la segunda con el mayor número de docentes con perfil Promep (Programa del Mejoramiento del Profesorado) reconocidos por la SEP. Además, organiza la feria internacional del libro más importante del habla hispana; y recientemente fue evaluada como el Organismo Público Descentralizado más transparente en el Estado, de entre 51 considerados.

No obstante estas evidencias, la UdeG no está como debiera, aún falta mucho por hacer, pero tampoco se puede "tapar el sol con un dedo".

docjhurtado@hotmail.com


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miércoles, 1 de agosto de 2007

Lo trivial y lo importante


Javier Hurtado
1 Agosto 2007

Por razones no del todo comprensibles, con frecuencia la sociedad y los medios de comunicación tienden a conceder más importancia a asuntos subjetivos que a problemas estructurales. La Universidad de Guadalajara no es eximida de esta práctica: son más importantes los chismes y las cuestiones personales que las políticas y problemas de conjunto de la institución. En vez de poner atención a esto, tiende a privilegiarse en la noticia —y hasta en el análisis— que Fulano dijo de Mengano; que Zutano le sacó la lengua a Perengano. Son más importantes, incluso, los pleitos entre mozalbetes (y otros ya no tan jóvenes) que aspiran dizque a representar al estudiantado de la UdeG, que el debate y tratamiento de los problemas y carencias en los que se realiza el proceso de enseñanza-aprendizaje en esta institución de Educación Superior. En general, lo trivial desplaza a lo importante; lo urgente a lo necesario; y lo coyuntural a lo estructural.

Ejemplo de lo anterior es, por ejemplo, el tratamiento que se da al tema de la FEU y, en contraposición, el otorgado por los medios a los importantes datos proporcionados y anuncios realizados el jueves de la semana pasada, por el Rector general de la UdeG, en la ceremonia de reconocimiento a los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Además de las características propias que presenta la investigación científica en la Universidad de Guadalajara —mismas a las que enseguida me referiré— en el tratamiento que a esta actividad otorga el Estado mexicano se reproducen algunas de las más importantes inercias que caracterizan a la gestión pública en nuestro País. Una de ellas es, por ejemplo, el centralismo, que hace que en la Ciudad de México se concentre el 37 por ciento de los 13 mil 485 investigadores nacionales que existen en el País. Otra más es la discrecionalidad, ya que no existen criterios claros que permitan transparentar el porqué algunos Estados como Guanajuato o Michoacán reciben mayor subsidio del Conacyt para el desarrollo de esta actividad que otros que tienen un mayor número de investigadores, como es el caso de Jalisco.

Otra inercia que se reproduce es la de la debilidad presupuestal para el fomento de una de las funciones más importantes para el desarrollo nacional como lo es la investigación científica, pues el presupuesto autorizado para el SIN en 2007 fue de mil 544 millones de pesos, 137 millones menos que lo solicitado. De tal manera, que abatir esas tres inercias son sin duda algunos de los principales retos que en el corto plazo debe afrontar la política del Gobierno federal en materia de investigación científica y tecnológica.

En este contexto, cobran relevancia los anuncios y datos dados a conocer por el Rector general de la UdeG: en Jalisco, tanto el Gobierno del Estado como el Conacyt otorgan cada uno 16 millones de pesos al desarrollo de esta actividad, mientras que la Casa de Estudios le destinará este año poco más de 74 millones de pesos en total, habiendo ampliado este apoyo en más de un 76 por ciento con relación al año anterior. A uno de los tres nuevos programas de apoyo a esta actividad, la Universidad le destinará poco más de 20 millones de pesos, y tan sólo con eso superará en más de 4 millones de pesos a la aportación que hacen en nuestra entidad el Gobierno de Jalisco o el Gobierno federal.

Por lo anterior, es evidente que esta responsabilidad se le está dejando casi por completo a la UdeG, cuando los dos órdenes de Gobierno mencionados pudieran hacerlo de una forma más comprometida. Más aún, por la vocación de la Zona Metropolitana de Guadalajara resulta menester comprometer a los Ayuntamientos de los Municipios que la integran, en el desarrollo y financiamiento de esta actividad que innegablemente tiende a elevar el nivel de vida de la población, así como a hacer más competitivos y atractivos para la inversión a los sitios donde existan políticas para su desarrollo y promoción. Resulta impostergable establecer políticas de Estado en materia de investigación científica y tecnológica que garanticen apoyos suficientes y crecientes al desarrollo de esa actividad. Con mucho, las diferencias entre los países se establecen por la inversión que realicen en esta actividad.

Pero, junto con lo anterior, igualmente importante es elevar los rendimientos y productividad de los investigadores, así como comprometerlos en el desarrollo de políticas y prioridades institucionales, sin que ello signifique —como dijo el Rector general— alterar “las consustanciales libertades que toda creación original de conocimiento requiere”. Por lo pronto, punto de partida importante será constituir el conjunto de consejos y comités anunciados —conformados por pares internos y externos— que, reconocidos como interlocutores válidos por las autoridades universitarias, se encargarán de establecer lineamientos y dictaminar lo necesario.

Por todo lo anterior, resulta pertinente valorar en su conjunto que si bien existen miles de aspirantes que no alcanzan un lugar en las aulas universitarias, también lo es que otra de las funciones sustantivas que atañen a la institución es la investigación, y que este año la Casa de Estudios realizará una inversión sin precedentes en esa materia. ¡Enhorabuena!

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