miércoles, 31 de enero de 2007

Saqueo legislativo

Javier Hurtado

"¡Móchese, diputado!", así me dijo que le espetan sus jóvenes vecinos a uno de los integrantes de la fatídica 57 Legislatura del Congreso del Estado de Jalisco, que afortunadamente hoy termina sus funciones.

Con una mezcla de indignación y tristeza me confió su preocupación por la mofa indignación y reclamos que familiares, amigos y vecinos le hacen por los escándalos de corrupción en que se han visto inmiscuidos estos "representantes populares". Y eso que lo más probable es que en los días subsiguientes sigamos conociendo más episodios de esta película intitulada "Rapiña Legislativa", que raya entre lo real y lo imaginario, entre una pesadilla y la realidad, entre el cuento y la tragedia, y que sin duda será recordada como uno de los más degradantes episodios de la vida pública en Jalisco.

Lo hecho por los diputados de esta Legislatura no tiene parangón en la historia de ninguno de los Congresos del mundo entero. El que en Japón o Corea del Sur los congresistas se líen a golpes; o que en el Congreso de los Estados Unidos uno de sus integrantes tenga que solicitar licencia por enviar e-mails eróticos a jovencitos; o que algunos otros hayan sido denunciados por aceptar viajes o regalos de los cabilderos, es un cuento de niños frente al hecho de que en Jalisco los legisladores sean al mismo tiempo cabilderos (porque representan los intereses de grupos y no los de la población) y delincuentes (por utilizar su función para pretender extorsionar a particulares); y que además se les premie otorgándoles otros cargos de elección popular o la secretaría general del Congreso del Estado para que sigan medrando. Duele decirlo, pero en Jalisco los diputados no vinieron a legislar, sino a hacer negocios.

Desagradable resultaría elaborar la lista de las manifestaciones de la cleptomanía (propensión morbosa al hurto) que aqueja a los aún diputados y, además, corto sería este espacio para reseñarla. Sin embargo, no puede obviarse que en el origen de todo esto existe un problema de planeación de las finanzas personales de los susodichos: ellos contaban con que al fin de su gestión iban a adjudicarse un bono por 500 mil pesos, que parece no podrán otorgarse. Para tratar de recuperar esos haberes inventan las peores estupideces del mundo, y hasta de los escusados del Congreso quieren sacar dinero, proyectando su fineza y altura de miras al hacer coincidir la escatología con la cleptomanía. Estos diputados -con sus honrosas excepciones-, o están enfermos (de poder y de cleptomanía), o de plano son unos viles delincuentes. Como quiera que sea, debe tratárseles y recluírseles para que no sigan haciendo más daño.

La generosidad demostrada por los actuales legisladores con quienes ocuparán a partir de mañana las curules no es sólo eso, sino uno más de los últimos negocios que están haciendo, al adquirir bienes muebles o consumibles a precios inflados que aseguren una ganancia. Lo que es peor: me han comentado que estos voraces diputados ya compraron -obviamente, a sobreprecio, como lo hicieron con los baños, las computadoras y las plumas- un nuevo edificio para las instalaciones del Poder Legislativo, con lo que seguramente su ganancia será muy superior al medio millón de pesos que pensaban llevarse de bono.

Estos señores diputados han tenido el cinismo de instalar cámaras ocultas en el Congreso del Estado, dizque (y digo dizque, porque seguramente el objetivo real era hacer otro negocio con esa compra) con el objeto de captar a usuarios, personal administrativo o visitantes que realicen algún robo hormiga, ¡qué cinismo! Quienes saquean al Poder Legislativo están sentados en las curules, y a ellos no hay quién los filme ni los vigile, ya que cuando se reparten el botín sesionan a escondidas.

Eso; el hecho de que públicamente se sepa y que no se les pueda hacer nada, se llama impunidad. No puede hablarse de justicia cuando se refunde en la cárcel a un ciudadano común y corriente que roba en la calle a una persona para poder comer "y arriesga en ello su vida" y, en cambio, a quienes lo hacen desde el Gobierno se les aplaude, se les hacen fiestas de despedida, y de pilón, hasta se les premia con nuevos cargos para que sigan robando a la sociedad, que es aún más grave.

No se puede seguir así. La sociedad se encuentra en total estado de indefensión ante estos atracos, burlas y saqueos. Se requiere idear mecanismos legales, sociales y/o institucionales que, a partir de la presión ciudadana, eviten que pillos como estos (y otros de las demás instancias gubernamentales) sigan dañando a la sociedad: debería boletinárseles públicamente alertando a la población de su peligrosidad, y exigir a los partidos políticos que nunca más vuelvan a postularlos para un cargo público.

El daño que a la sociedad hacen estos "representantes populares" es mayor que el de los delincuentes comunes: mientras estos últimos sólo afectan el patrimonio o la vida de segmentos específicos de la población o de particulares, los primeros saquean impunemente el patrimonio público y además causan un sentimiento de depresión y frustración social generalizado, ante el obsceno cinismo e impunidad de que hacen gala. Esto no puede seguir así.
docjhurtado@hotmail.com

http://www.mural.com/editoriales/nacional/705196/

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