lunes, 29 de enero de 2007

La burra al trigo

Marco Antonio Cortés Guardado

Felipe Calderón no resistió la tentación de repetir su famosa estrategia “de contraste” —con la que ganó por una nariz la Presidencia de la República—, pero esta vez el escenario fue el Foro Económico Mundial de Davos, y no entiendo bien con qué propósitos. El presidente buscó “diferenciarse” explícitamente de los gobiernos de Chávez y Evo Morales aludiendo al tema de las expropiaciones, pero también buscó el contraste con todos los gobiernos que, según él, miran al pasado, utilizando el mismo eslogan con que enfrentó a López Obrador. El deslinde, luego rematado con la frase “México es un seguro contra populismos”, fue quizá menos rudo y torpe que los estilados por Vicente Fox, pero me parece que de todas maneras fue igual de innecesario, superficial y contraproducente. Más cuando en política interior el novel presidente está recurriendo a todas las medidas “populistas” que tanto le criticó al Peje.

Calderón quiso establecer una equivalencia entre libre mercado, democracia y futuro, pero lo hizo de la peor manera posible, burda y poco inteligente, justamente porque en vez de utilizar la estrategia discursiva propia de un estadista, recurrió al eslogan mercadotécnico, como si siguiera en campaña. Igualito que Fox. El mismo recurso utilizó para dibujar la equivalencia enemiga: el pasado no significa ahora sólo populismo y estatismo, sino también dictadura y ausencia de democracia. La alusión a Hugo Chávez no podía ser más explícita, pero la pedrada buscaba más de una cabeza. Comparto el resquemor de muchos por el estilo de Chávez, pero alguien debería de recomendarle a Calderón que, en razón de su investidura, debería irse con más tiento. Primero, no nos conviene seguir distanciados de América Latina, lanzando irresponsablemente frases retadoras al aire. Segundo, porque Chávez es, en todo caso, un problema de los venezolanos, no nuestro. Además, como le recordó Lula da Silva, Chávez está en el poder gracias a los mismos procedimientos democráticos que Calderón. En todo caso, si Chávez ganó con marrullerías y apoyo oficialista, pues Calderón igual. Ninguno de los dos es modelo inmaculado de conducta democrática.

Concediendo que Calderón es más prudente y tiene más inteligencia política que Fox, desconcierta que siga la misma línea de confrontación. Y desconcierta todavía más porque se pone hablador inmediatamente después de haber declarado algo así como que el destino de México es América Latina. La solución a este galimatías parece haberla ofrecido amablemente Manuel Espino. Durante la reunión de la Organización Demócrata Cristiana de América, Espino declaró retador, palabras más, palabras menos, que la derecha va por todo en América Latina. Una declaración que no está fuera de lugar en una reunión de partidos políticos, pero que por el timing de los acontecimientos enturbia el sentido de las declaraciones de Calderón. Pregunta obligada: ¿las declaraciones de Calderón están en sintonía con las palabras de Espino, a pesar de su conocida rivalidad? Ojalá y no, porque para presidente faccioso ya tuvimos bastante con Fox. El destino político de América Latina está en manos de sus respectivos pueblos. El gobierno mexicano no tiene razones ni calidad moral para hacerla de redentor de la democracia ni en América Latina ni en ninguna otra parte. O si ésta es la intención, y se quiere ser coherente, pues entonces vamos apoyando a Felipillo para que también le tunda duro y tupido a China. Digo yo.

Milenio, Guadalajara, Jal. - Lunes 29 de Enero de 2007

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