miércoles, 30 de mayo de 2007

La Conago: Ficción y realidad


Javier Hurtado

La Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) creada el 13 de julio de 2002, en Cancún, Quintana Roo, celebró ayer en Puerto Vallarta su trigésima segunda reunión ordinaria. Ante las expectativas generadas por dicho acontecimiento y por los pronunciamientos ahí realizados, conviene reflexionar sobre la naturaleza y alcances de esta singular agrupación.

De entrada, debe reconocerse que la famosa Conago es un sujeto político (si se le puede llamar así) de facto y no de jure. Es decir, es una realidad política y no una realidad jurídica. Pero no sólo eso, su existencia es anticonstitucional ya que no sólo no está permitido que los Estados se asocien entre sí (atribución que en todo caso debería estar en una hipotética fracción VIII del artículo 116, que para esos efectos se creara), sino que el artículo 117 de nuestra ley fundamental (en el que se localizan las prohibiciones absolutas de los Estados) expresamente establece: "Los Estados no pueden, en ningún caso: I.- Celebrar alianza, tratado o coalición con otro Estado ni con las potencias extranjeras". De tal suerte que debemos entonces interrogarnos si la famosa Conago es una alianza, un tratado o una coalición entre Estados. Si no es nada de eso, ¿entonces qué es?

En la reunión en la que se creó esta peculiar figura política se le definió como una “instancia política de interlocución y negociación” con la Federación. A su vez, el documento oficial denominado “Fundamentos básicos” contenido en su página de internet, la conceptúa como “un espacio institucional permanente de vinculación, consulta, deliberación, diálogo y concertación”. No obstante lo críptico de este lenguaje utilizado, es evidente que esta “instancia” o “espacio” es, en los hechos, una coalición de Estados de una federación dentro de una federación para deliberar o negociar con la Federación, lo que a todas luces es contradictorio, puesto que la única alianza, coalición o tratado que pueden realizar los Estados es para crear una federación o una confederación. Una vez decidido esto, ninguna otra coalición, asociación u organización de Estados se puede permitir dentro de una federación. Este principio prevalece en todos los países federales del mundo.

Ya desde 1824, el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, en su artículo 29 establecía: “ningún Estado entrará en transacción o contrato con otro, o con potencia extranjera”. Este principio se ratificó en el artículo 111 de la Constitución de 1857 y en la fracción 1 del 117 de la de 1917, misma que hasta las fecha se mantiene sin haber sido objeto de reforma o adición alguna. Por lo anterior, extraña que los señores Gobernadores se propongan reafirmar “el superior compromiso de las entidades federativas con el Pacto Federal”, y el “fortalecimiento del federalismo” (como lo declaran en sus “Fundamentos básicos”) violando los principios esenciales del federalismo. Más aún, si ellos no están conscientes, o fingen desconocerlo, no resulta comprensible que el Poder Ejecutivo de la Federación avale y legitime esa asociación de facto entre Estados que hasta comisiones tiene para atender de manera colectiva 24 diferentes temas o asuntos.

La Conago, cuando surgió, fue una coalición de Gobernadores priistas y perredistas creada para generar un contrapeso y un interlocutor colectivo con un omnipotente Poder Ejecutivo federal, especialmente en materia presupuestal y tributaria. Los recelos políticos que suscitaba —y posiblemente la convicción de que una coalición de ese tipo era contraria al mismo Pacto Federal— hicieron que durante su primer año de existencia y primeras cinco reuniones ordinarias no concurrieran los Gobernadores panistas ni el Presidente de la República. Ahora, tenemos la grotesca realidad de que el titular del Ejecutivo Federal va y les inaugura su reunión; y, en correspondencia, los Gobernadores de los Estados le rinden pleitesía y le expresan un unánime apoyo político, propio más bien de las célebres Reuniones de la República de la época de López Portillo.

El reconocimiento de que en México el federalismo es una ficción y no una realidad no tiene porque llevar a crear instancias contrarias al Pacto Federal, a violar el federalismo para fortalecer el federalismo, ni a pervertir los objetivos originales de esta sui generis asociación. Afirmar lo anterior tampoco quiere decir que debe mantenerse el agobiante centralismo que caracteriza a nuestro sistema de organización política, pero sí cuestionarnos si una instancia como la Conago es la adecuada para revisar el sistema de distribución de competencias en nuestro País, y no el constituyente permanente.

En las épocas de los gobiernos monocolores las Reuniones "de la República" eran para ensalzar el presidencialismo. En la actualidad para lo único que pueden servir son para el lucimiento personal de algunos gobernantes, para la confrontación estéril; para la catarsis colectiva, y si no para la abyección oportunista de los Gobernadores de los Estados ante el Ejecutivo federal. La realidad política actual no deja otra alternativa, sobre todo por el hecho de que en 17 casos de los 31 Ejecutivos locales el partido del Gobernador no goza de mayoría absoluta en los Congresos locales, y en los restantes 14 donde sí se presenta esa situación, 9 son del PRI, 4 del PAN y uno del PRD. Ante este hecho, cualquiera puede preguntarse ¿qué caso tiene establecer acuerdos con esos 17 Gobernadores, que en realidad no gobiernan sus Estados?, o bien, ¿qué no sería más efectiva una conferencia nacional de legisladores locales que una de Gobernadores, toda vez que los Congresos son los únicos autorizados para establecer las atribuciones de las autoridades y de participar en las reformas a la Constitución federal?

docjhurtado@hotmail.com

http://www.mural.com/editoriales/nacional/744670/

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