miércoles, 25 de abril de 2007

Aborto, vida y persona humana


Javier Hurtado

La iniciativa del PRD para despenalizar el aborto, aunque necesaria, parece inoportuna. Si bien puede decirse que resulta imperativo adaptar la legislación a las nuevas realidades, también puede afirmarse que convertir el tema del aborto en un debate político no parece ser lo más adecuado cuando en este País no existen condiciones para que se pueda dar una discusión de fondo sobre un tema que, hoy por hoy, es asumido desde posiciones políticas o religiosas de carácter extremista. Menos aún, cuando la correlación de fuerzas no muestra signos de equilibrio, dada la abierta intervención de la iglesia católica en el tema y la beligerancia de los grupos panistas radicales.

Aborto y pobreza van estrechamente relacionados. Por ello, extraña que lo que prevalezca en su discusión sean postulados religiosos y políticos, antes que argumentos médicos y sociales. El contenido y la forma como se discute el tema en la arena política lo único que hace es demostrar la pobreza de nuestros políticos de izquierda, la ambición política de los dignatarios religiosos y el fundamentalismo de los políticos panistas.

El tema del aborto necesariamente nos conecta, además, con el de la vida y con el de la esencialidad de la persona humana. En esto, un primer problema son las definiciones que sobre el particular nos da el Diccionario de la Lengua Española. En torno a lo primero establece: "Vida. f. Fuerza o actividad interna sustancial mediante la que obra el ser que la posee// 3.Unión del Alma y del cuerpo// 4.Espacio de tiempo que transcurre desde el nacimiento de un animal o un vegetal hasta su muerte". En lo tocante a la persona la define como "individuo de la especie humana" que filosóficamente implica un "supuesto inteligente" y que jurídicamente significa un "ser o entidad capaz de derechos y obligaciones". Aquí, la pregunta es: ¿estas definiciones son aplicables para un embrión de hasta 12 semanas de gestación?

Pero quizá la argumentación más consistente en torno al tema es la que nos da el teólogo suizo Hans Küng, quien -siguiendo a Santo Tomás de Aquino- sostiene: "la persona humana presupone un anima intellectualis, un intelecto; entonces todo eso que distingue al hombre del animal, se ve que al inicio no hay una persona humana (...) Un óvulo fertilizado, evidentemente, es ya vida humana, pero no es una persona. Entonces el problema del aborto se reduce considerablemente". De esta manera, sostiene Küng "entonces la cuestión no es cuándo comienza la vida humana, si no cuándo comienza una persona".

Establecido lo anterior, conviene aclarar que en esto no se trata de caer en lo que Santo Tomás denomina como regressus in infinitum, y que nos lleve a buscar la causa de la causa, en términos concatenadamente subordinados, y que caigamos en una especie de discusión bizantina tratando de elucidar qué es primero, si la persona humana o la vida humana.

Precisamente para salir de este callejón sin salida es importante recordar a Tomás de Aquino en su teoría sobre la doctrina del Alma, que utilizaba al distinguir ciertas sustancias corpóreas de los demás cuerpos, por el hecho de que aquéllas tienen automovimiento, facultad de nutrición, de reproducción, sensación y apetición. El autor de la Summa Theológica sostenía que "con sólo el cuerpo como tal, no podemos explicarnos aquella vida; si no, todos los cuerpos serían vivos. Como esto no ocurre, debe haber en los cuerpos vivientes algo más que el ser corpóreo. Y a este nuevo principio le llamamos alma". Ahora bien, aquí la pregunta clave que debe ser respondida sin reduccionismos y con mente abierta es la siguiente: si esa es la diferencia entre la persona humana y los demás cuerpos, entonces ¿en qué momento, semana, o mes de la evolución del embrión se da esa conjunción entre cuerpo y alma?; o, más aún, ¿esa conjunción se opera fuera del seno materno y una vez que el nacido haya alcanzado cierta evolución o pueda hacer uso de la razón?

Como todo esto no puede ser contestado del todo científicamente, entonces las respuestas caen en el terreno de lo subjetivo y de las creencias filosóficas, teológicas o religiosas de cada quien, obligando a que el tema finalmente tenga que ser dirimido en la arena política, o si no, hasta en los tribunales. Esto, y lo inoportuno de la iniciativa, hacen suponer que el aborto, más que una causa social, parece un referente conceptual para que dos grupos políticos midan fuerzas o traten de cobrar viejos agravios.

Lo único que sí es cierto es que el aborto es un problema social y de salud pública en nuestro País, y que tanto la cerrazón de nuestras autoridades como la postura de la Iglesia católica para evitar que se despenalice el aborto, contribuyen a que cada año mueran miles de la mujeres, sobre las que ninguna duda existe que sean auténticas y verdaderas personas humanas. Y, hay que decirlo, esto tampoco es una postura acorde a una religión que hace del amor al prójimo y de la misericordia uno de sus postulados fundamentales.

docjhurtado@hotmail.com

http://www.mural.com/editoriales/nacional/732759/

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